miércoles, 1 de junio de 2011

A continuación puedes leer 25 formas de amar a un niño

A continuación puedes leer 25 formas de amar a un niño
Préstele atención.
Sea espontáneo.

Búsquelo.
Escúchelo.
Juegue con él.
Agradézcale.
Tómelo de las manos.
Haláguelo más, critíquelo menos.
Maravíllese de sus logros.
Sea flexible.
Confíe en él.
Mírelo a los ojos.
Comparta su entusiasmo.
Anímelo.
Espere lo mejor de él, mas no la perfección.
Sea consistente.
Esté a su disposición.
Disciplínelo en su momento.
Aprecie sus diferencias.
Conteste sus preguntas.
Crea en él.
Pida su opinión.
Escuche su música
.
Pídale disculpas cuando usted se equivoca.
¡¡Ámelo a pesar de todo!!!


           

Para qué sirve el colegio?

Más es menos. Nos quejamos cuando carecemos de alternativas, pero cuando éstas abundan, nos confundimos, angustiamos y… seguimos quejándonos. Antes, los padres de familia tenían claro en qué colegio pondrían a sus hijos: la tradición familiar, el nivel económico, las realidades de la geografía, mandaban. Hoy, la oferta en es casi ilimitada y se presenta en las versiones más variadas, para todos los bolsillos y para todos los gustos. También para todas las angustias que nos produce el futuro.

El marketing de las propuestas educativas está a la orden del día: colegios que preparan para la universidad –no comprendo lo que significa colegio universitario, pero me sigue sonando a sashimi frito-; otros que preparan para la vida, para la empleabilidad; o que promueven visiones alternativas de la educación. Y los padres, más confundidos que nunca en esta época de análisis de costo-beneficio.

¿Qué me dio el colegio? Es una pregunta que me hecho muchas veces y que he hecho a mis alumnos. Lo que dicen es muy simple: algunas habilidades básicas, como leer, escribir y las operaciones aritméticas – que no necesitan, en realidad, de la escuela-; buenos amigos y la experiencia de socializar; y, por último, algunos modelos, personajes ejemplares, digamos, de alguna manera mitológicos.

Es exactamente lo que yo recibí de mi colegio, lo que recuerdo, lo que me sigue sirviendo hasta ahora. Uno puede perder o alejarse de los amigos del colegio, pero nunca la experiencia de la amistad que se dio con ellos y que sigue calentando el corazón y sirviendo de referencia. Uno puede olvidar y, de hecho, posiblemente debe olvidar buena parte de los conocimientos adquiridos durante la vida escolar, pero nunca podrá enterrar la vivencia de aprender, el placer de descubrir, el poder de saber, la belleza de conocer. Uno puede dejar de tener presente a buena parte de sus profesores y poner en su verdadera dimensión a aquellos que recuerda, regresarlos a una proporción más humana, pero nunca dejará de recurrir a la experiencia de haber admirado, de haber querido ser como, de haberse sentido acompañado, escuchado y ayudado por alguien extraño al mismo tiempo que confiable.

Un colegio que ofrezca la posibilidad de esas tres cosas: amistades, aprendizajes y modelos, debe ser más que suficiente. Llevar a un potencial alumno a varios colegios, ver cómo se siente, cómo uno se siente con los profesores y padres, tener una compatibilidad razonable con el estilo y exigencias de la institución, es más importante que remitirse a futuros todavía lejanos y a metodologías que prometen inteligencia emocional, brillantez intelectual y valores a prueba de todas las corrupciones.

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