martes, 20 de septiembre de 2011

VALORES QUE SON

VALORES QUE SON
En el suave murmullo de las hojas empujadas por el viento vive el sonido del silencio, hogar de descanso de los guerreros del tiempo que rompieron sus cadenas para acudir al encuentro.
Un mundo reclamaba su presencia y fieles a su mandato divino despertaron de su prolongado descanso y se prepararon para su regreso, envuelta su memoria entre las cenizas del fuego de su antiguo destierro, errantes sus espadas de aquel tiempo en el que el honor de la lucha y la batalla mostraron al mundo que la defensa de la libertad pende sobre el hilo más fino que la más pequeña aguja fuera capaz de enebrar.
Hablamos pues de los guerreros del tiempo cuyas espadas eran la extensión de su propio corazón pues jamás atacaron sin razón, fieles a su misión divina de la eterna defensa de los valores más nobles cuya pureza irradiaba esa blanca luz que las más oscuras manos querían poseer.
Pero los valores no pueden ser poseídos por nadie pues son la eterna fuente que da de beber a aquellos corazones que atraídos por su belleza se acercan con humildad hasta ella. Acuden a esa fuente tan solo para contemplarla pues no se sienten merecedores del privilegio de beber de sus aguas, ignorando que la mera contemplación del agua que estancada refleja en su rostro el brillo del Sol se convierte poco a poco en el blanco espejo que ilumina esos valores en su rojo corazón.
Así la libertad, el respeto, la tolerancia, la honestidad, el honor, la justicia, la dignidad y la lealtad son valores que siempre han estado y estarán aunque su presencia en la vida del ser humano haya sido más o menos intensa según las épocas vividas.
Sin embargo, el mundo de hoy ha dado tristemente la espalda a los valores. Focalizados como estamos en los llamados "logros", en los resultados, y obsesionados por la velocidad en la obtención de los mismos, conscientes como somos de que con la misma velocidad con la que los hemos obtenido alguien nos los arrebatará de las manos, los valores se han convertido en un obstáculo, en una traba para el triunfo social que perseguimos.
Olvidados de que el triunfo en nuestro interior es mucho más valioso que el reconocimiento exterior que los demás otorgan a lo que hacemos pero nunca a lo que somos, los valores nos sobran pues creemos que alargan nuestros caminos en un mundo que vive únicamente de atajos.
Seguramente esta es la principal razón de nuestra continua ansiedad e insatisfacción pues al haber dejado de ser importante averiguar quién soy y qué hago aquí, en este mundo, para lo cual debo detenerme y observarme en relación con todo lo que hay a mi alrededor, he optado por olvidarme de mí y mi único objetivo es el de alcanzar metas o logros que hablen de mí por mí, intentando de esta forma que sean los demás quiénes me digan quién soy y que hago aquí.
Sin darme cuenta me he perdido en un camino de gran y grave exigencia para mí puesto que la aceptación y aprobación de mi mismo depende siempre de los demás quiénes me reconocerán o negarán aceptando o rechazando lo que hago, de manera que mi Ser estará en constante dependencia de mi hacer.
Y que terrible confusión la de pensar que soy tan solo aquello que soy capaz de hacer, aquello que reflejan mis resultados, pues cualquier persona es mucho más que sus logros puesto que en cada ser humano reside un potencial infinito que tan solo puede ser atisbado por aquél que olvidándose de sus etiquetas, propias y ajenas, es capaz de viajar por su interior para conocer quién es y qué tiene que entregar al mundo.
Y es el que siente que tiene algo que entregar al mundo desde quién cree ser, aventurándose en el viaje de averiguar no sólo quién es sino que es lo que viene a entregar, quién viaja hacia sus propios valores pues es corazón quién le guía en esa búsqueda de sí mismo en un camino que no sabe de atajos y en el que arte de la viva y abierta contemplación de todo lo que va sucediendo baña a su corazón con la luz que desprende el blanco espejo de sus propios y auténticos valores.
Y quién se adentra en el incierto camino hacia sí mismo y se abre a la aventura en cada instante enciende una luz sobre las sombras que viven en su propio equipaje, y al mirarlas bajo el destello de esa luz aprende por fin a amarlas.
 YOVANI PISCOYA

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