lunes, 23 de mayo de 2011

«CÓDIGO DE PERSISTENCIA».

«CÓDIGO DE PERSISTENCIA».
Si usted se da por vencido muy fácilmente escriba lo que está a continuación y léalo a diario:
1. Nunca me daré por vencido mientras sepa que tengo la razón.
2. Creo que todas las cosas obrarán a mi favor si me sostengo hasta el final.
3. Tendré ánimo y no desmayaré frente a las probabilidades.
4. No permitiré que nadie me intimide ni me separe de mis metas.
5. Lucharé para vencer todos los impedimentos físicos y las contrariedades.
6. Trataré una y otra vez, y todavía una vez más para realizar lo que quiero.
7. Obtendré fe y fortaleza al saber que todos los hombres y mujeres con éxito lucharon contra
     la derrota y la adversidad.
8. Nunca me rendiré al desaliento o la desesperación no importa con qué obstáculos
    aparentes me enfrente.
Sucedió en Asia del suroeste en el siglo XIV. El ejército del conquistador asiático, emperador
Tamerlane (descendiente del Gengis Khan), había sido derrotado y dispersado por un poderoso
enemigo. El mismo Tamerlane estaba escondido en un pesebre abandonado mientras las tropas
enemigas recorrían la comarca.
Estando allí, desesperado y vencido, Tamerlane observó a una hormiga tratando de llevar un grano de maíz por una pared perpendicular. El grano era más grande que la hormiga. El emperador contó sesenta y nueve intentos de la hormiga por llevar el granito. Sesenta y nueve veces se le cayó, pero en la número setenta logró empujar el maíz por la pared.
Tamerlane se puso de pie de un salto y gritó. ¡Él también triunfaría al fin! Y así fue. Reorganizó sus fuerzas y puso al enemigo en fuga.

El Fracaso
Cuando parece que he fracasado...
Porque...
El fracaso no significa que soy un fracasado; significa que todavía no he triunfado.
El fracaso no significa que no he logrado nada; significa que he aprendido algo.
El fracaso no significa que he sido un tonto; significa que tuve suficiente fe para experimentar.
El fracaso no significa que he sido desgraciado; significa que me atreví a probar.
El fracaso no significa que no lo tengo; significa que lo tengo de una manera diferente.
El fracaso no significa que soy inferior; significa que no soy perfecto.
El fracaso no significa que he desperdiciado mi tiempo; significa que tengo una excusa para
comenzar otra vez.
El fracaso no significa que debo darme por vencido; significa que debo tratar con más ahínco.
El fracaso no significa que nunca lo haré; significa que necesito más paciencia.
El fracaso no significa que me has abandonado; significa que debes tener una mejor idea para mí.


Tal vez las palabras de William Arthur Word nos animarán a no pensar en «sobrevivir» y por eso
perder nuestro temor de fracasar:
Si usted es sabio, olvídese de la grandeza. Olvide sus derechos, pero recuerde sus responsabilidades. Olvide sus inconveniencias, pero recuerde sus bendiciones. Olvide sus propios logros, pero recuerde su deuda con los demás. Olvide sus privilegios, pero recuerde sus obligaciones... olvídese de la grandeza.
Corra el riesgo. Trepe y súbase a la rama donde está el fruto. Muchas personas están todavía abrazadas del tronco del árbol, preguntándose por qué no reciben el fruto de la vida. Muchos líderes potenciales nunca lo logran porque se quedan atrás y dejan que otro corra el riesgo.
Muchos receptores potenciales nunca recibieron nada porque no dieron un paso fuera de la multitud y lo pidieron. Santiago nos dice: “No tenemos porque no pedimos”. En realidad no pedimos porque tememos el rechazo. Por eso no corremos el riesgo.
Reír es correr el riesgo de parecer tonto.
Llorar es correr el riesgo de parecer sentimental.
Acercarse a otro es correr el riesgo de involucrarse.
Demostrar sus sentimientos es correr el riesgo de demostrar su verdadero yo. Poner sus ideas, sus sueños, delante de la gente es correr el riesgo de perderlos. Amar es correr el riesgo de no ser amado. Vivir es correr el riesgo de morir. Esperar es correr el riesgo de desesperar.

Henry Ford olvidó poner una marcha de reversa en su primer carro. Thomas Edison gastó dos millones de dólares en una invención que demostró ser de poco valor. Muy pocos lo hicieron bien la primera vez. Fracasos, repetidos fracasos, son las huellas que hay en el camino hacia el éxito. La vida de Abraham Lincoln demostró que la única vez en que no se fracasa es cuando se hace algo y da resultado. Podemos y debemos «caer» e irnos de bruces
hacia el éxito.
Aceptar el fracaso en el sentido positivo, es algo efectivo cuando usted cree que el derecho a fracasar es tan importante como el derecho a triunfar. La mayoría de las personas rara vez valoran su buena salud, hasta que se enferman. El experimentar los problemas nos da un gozo más grande en nuestro progreso si aceptamos el fracaso como un proceso importante para llegar a nuestra meta.
Es imposible triunfar sin sufrir. Si tiene éxito y no ha sufrido, es que alguien ha sufrido por usted; y si está sufriendo sin tener éxito, tal vez alguien tendrá éxito por usted. Pero no hay éxito sin sufrimiento.

Esta estructura mental permite a una persona comenzar cada día con una disposición positiva, como el ascensorista el lunes por la mañana. El elevador estaba lleno y el hombre tarareaba una tonada. Un pasajero irritado por el ánimo del hombre le espetó: «¿Por qué está tan feliz?» «Bueno, señor», replicó el hombre alegremente, «¡Yo nunca he vivido este día antes!»
Cuando le preguntaron a Frank Lloyd Wright, a la edad de 83 años, a cuál de sus trabajos consideraría como su obra de arte, contestó: «Al próximo».
El futuro no solamente parece brillante cuando la actitud es correcta, sino que también el presente es mucho más placentero. La persona positiva entiende que el viaje es tan agradable como el lugar de destino.
Un día, un hombre observaba a dos albañiles construyendo un edificio. Notó que uno de los trabajadores continuamente refunfuñaba, gruñía y maldecía su trabajo. Cuando le preguntaron qué hacía, replicó: «Poner una piedra sobre otra todo el día, hasta que mi espalda parece que se parte». El otro albañil silbaba mientras trabajaba. Sus movimientos eran rápidos y seguros y su cara resplandecía de satisfacción. Cuando le preguntaron qué hacía, replicó: «Señor, no estoy solamente haciendo una pared de piedra. Estoy ayudando a construir una catedral».
En Ohio, un amigo mío trabajaba como conductor en una compañía estatal de camiones.
Conociendo los cientos de millas que manejaba cada semana, le pregunté cómo evitaba sentirse extremadamente cansado. «Todo está en la actitud», contestó. «Algunos conductores “van a trabajar” en la mañana, pero yo “voy a dar un paseo por el país”». Esa clase de perspectiva positiva le da el «margen» en la vida
Yovani Piscoya

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